Navego como un pececillo
por los litorales de tu costado
buscando alimentarme
de tu paisaje,
tú duermes una canción de cuna
y sientes apenas
un leve temblorcillo del agua,
sin mirar siquiera,
de un tenue manotazo
me mandas a doce millas
de tus costas,
fuera de tu mar territorial.
Y yo me doy cuenta,
que aun dormida, ejerces
tu imperio, tu plena soberanía.
Tiene razón don Jaime Sabines
(no soy quién para tutearlo)
“no te hicieron, pues, de mi costado”,
no, y tú, dormida, te rascas
una comezón en la cordillera
de tu torso, y cambias
de decúbito supino
a posición fetal,
y yo, supinamente, me alejo
nadando con sigilo
para que sigas poniendo
a resguardo de los filibusteros
tu soberanía
territorial.
-----
miércoles, 2 de junio de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)